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Autoexigencia y Perfeccionismo

  • nmoellercoach
  • 29 jul
  • 1 Min. de lectura

Cada vez que te preguntas si estás a la altura, recuerda quién puso el listón.


Muchas veces, quienes viven con altos niveles de autoexigencia no lo hacen porque quieran destacar, sino porque —en algún punto de su historia— aprendieron que rendir al máximo era sinónimo de valer.


Pero lo que suele pasar es que ese estándar interno se vuelve cada vez más rígido, más alto, y más difícil de alcanzar. Y lo curioso es que rara vez lo cuestionamos. Simplemente seguimos intentando estar “a la altura”, sin revisar a qué altura, de qué ideal... o de quién.


La verdad es que ese listón lo pusimos nosotros. A veces sin darnos cuenta, influenciados por entornos, figuras de autoridad, cultura laboral, o incluso por una necesidad muy humana de sentirnos seguros a través del reconocimiento.


El perfeccionismo no es simplemente una búsqueda de calidad. Es un mecanismo. Una forma de protegernos del error, del juicio, o de la incomodidad que trae la incertidumbre. Pero también puede volverse un freno: limita la creatividad, agota los recursos internos, y distorsiona la percepción de avance.


Revisar los propios estándares no significa conformarse. Significa liderarse mejor. Porque no se trata de bajar el listón por falta de ambición, sino de moverlo con conciencia, para que esté alineado con tu momento actual, tus valores, y no con una versión antigua de ti que operaba desde la exigencia, no desde la claridad.


A veces, el verdadero progreso empieza cuando dejas de perseguir metas que ya no te representan.

Pájaro que vuela en el cielo que anochece

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